miércoles, 13 de noviembre de 2013

Yerba mate


 
Un día, la diosa Así, la Luna, y su amiga Aria, la Nube rosada del crepúsculo, quisieron bajar a la tierra. Tomaron sus formas corpóreas y descendieron en una zona de tierras rojas y bosques cuyos habitantes adoraban a Tupá, padre de Así.
Mientras paseaban se les apareció un jaguar dispuesto a atacarlas. Ellas quedaron inmóviles.
En ese momento se presentó un viejo indio que se enfrentó al peligroso animal y lo mató.
El hombre invitó a las jóvenes a su cabaña donde, a pesar de la pobreza, su mujer preparó para las jóvenes, panes con los últimos granos de maíz que le quedaban. Las diosas quedaron maravilladas por la hermosura e inocencia de la joven hija del matrimonio, sobre todo Así, quien sintió fuerte curiosidad por saber por qué los ancianos la escondían en el bosque.
Durante su juventud, el viejo vivía junto a los de su tribu. Allí conoció a su mujer con quien tuvo esa niña tan hermosa. La alegría se fue convirtiendo en preocupación a medida que la joven crecía porque además de hermosa era extremadamente inocente. Para protegerla había decidido alejarse de los peligros de la tribu.
- Abandoné todo –dijo el viejo– para vivir en el bosque, en la pobreza pero con la seguridad de cuidar las virtudes de mi hija.
Cuando volvieron al cielo, las diosas quisieron premiar la generosidad de esa familia que les había ofrecido sus últimos gramos de maíz. Una noche causaron a los tres seres de la cabaña un sueño profundo, y, mientras dormían, sembraron semillas celestes junto a la choza y dejaron una lluvia suave sobre esa porción de tierra. A la mañana, habían brotado unos árboles pequeños y desconocidos con flores blancas entre las hojas verde oscuro.
Cuando el viejo indio se despertó y salió para ir al bosque, quedó maravillado y llamó a su familia para ver el milagro. De pronto en el cielo se dibujó el rostro de la
joven diosa que habían conocido en la tierra con forma humana.
- Yo soy Así, – les dijo– la diosa que habita en la Luna, y vengo a premiarlos por su bondad. Esta nueva planta que ven, es la yerba mate, y desde ahora será para ustedes y para todos los hombres de esta región el símbolo de la amistad y el alimento caliente que beberán. Su hija será la dueña de la yerba mate y vivirá eternamente.
Pasaron los años y el viejo matrimonio murió. También la hija desapareció de la tierra pero de vez en cuando se ve por los yerbatales misioneros la imagen de a una joven muy hermosa con ojos llenos de inocencia.

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