miércoles, 13 de noviembre de 2013

Difunta correa



La tradición se remonta a San Juan, en la época del caudillismo. Por esos años el gobernador de la provincia tenia un amigo llamado Pedro Correa, viejo guerrero, respetuoso y respetado. Pero una revuelta destituyó y mató al gobernador, sus aliados empezaron a ser perseguidos, y Don Correa tuvo que huir.

Estos hechos hicieron que varios de sus perseguidores se interesaran en Deolinda Correa, su hija, quien pese a las circunstancias supo resistir a los ataques y finalmente se casó con su amado. No había transcurrido mucho tiempo, cuando las montoneras de Quiroga se llevaron al padre y al marido de Deolinda Correa. La situación se hizo insostenible, la pobre mujer era acosada continuamente, y decidió partir con su pequeño hijo recién nacido hacia La Rioja.

Anduvo por valles y quebradas, cruzo arenales y atravesó suelos calcinantes. Sedienta y extenuada se dejo caer en la cima de un cerro hasta que sus fuerzas la abandonaron. Antes de morir, cuenta la leyenda, pidió al cielo que le permitiera seguir amamantando a su hijo después de muerta. Así fue como sus pechos llenos de leche le salvaron la vida al niño, que siguió alimentándose hasta que fue hallado por unos baqueanos del lugar.

Estos hombres recogieron el cuerpo y le dieron sepultura en las proximidades del Vallecito, en la cuesta de la sierra Pie de Palo. Poco tardó en conocerse la suerte de la desdichada madre. Hombres y mujeres del llano y de la sierra comenzaron a visitar el lugar del desafortunado suceso, donde se encontraba enterrada Deolinda Correa. A ella recurren los que sufren , los que lloran, los que no pueden seguir adelante, los que han perdido las fuerzas… es a ellos a quienes la Difunta Correa
 

Pedrito hallado


El 29 de junio de 1948, en pleno invierno, en las puertas del Cementerio del Norte, en la provincia de Tucumán, encontraron abandonado y en estado de agonía a un niño recién nacido. Fue bautizado en una iglesia del lugar, pero falleció a las pocas horas de haber sido recogido. La gente le puso un nombre que aun hoy perdura: Pedrito Hallado.

Desde aquel día hasta la actualidad, son muchos los que se acercan hasta allí para dejarle ofrendas, exvotos, flores y juguetes para pequeños (ya que el no pudo usarlos en vida).
El día de los Muertos, llegan hasta la tumba de Pedrito Hallado pequeños grupos, especialmente de niños, quienes también se acercan en el aniversario de su muerte.

El pombero

  El Pombero es uno de los genios de la naturaleza más difundidos en la región guaranítica.
También conocido en Corrientes como Cuarahú Yará (voz guaraní que significa “Dueño del Sol”), el Pombero es un hombre alto y delgado que recorre la selva Misionera con un enorme sombrero de paja y una caña en la mano, a la hora de la siesta, para cuidar de los pájaros, ya que es su protector. Si encuentra niños que juegan a cazar aves, se los lleva; por eso los padres les piden a los pequeños que no se alejen del rancho a la hora de la siesta… Como es el que cuida de los pájaros, tiene la habilidad de silbar como ellos y de emitir cantos parecidos a los de las aves, para acercarse a ellos o alejarlos del acecho de los cazadores.
 Es también protector de los árboles y se irrita si alguien los tala indiscriminadamente. Cuentan que una vez el Pombero se enojo con un hachero de la provincia de Formosa , Marco Gavasa, lo saco del rancho en plena noche con cama y todo , y lo dejo en medio del monte
  En el Chaco creen que este genio de la naturaleza es un compañero invisible, con el cual se pueden hacer “tratos”. Así el Pombero acompaña a su amigo, alejándolo de todos los peligros. Según la función que deba cumplir, se transformará en árbol, camalote, indio o silbará como las aves. Para retribuirle los servicios prestados, se debe hablar muy poco de él (siempre en voz baja) y por la noche ofrendarle tabaco, dejándolo fuera del rancho para que el Pombero se lo lleve.
 

El almita o monjita

El Noroeste argentino tiene como habitante a un ave pequeña y blanca, que vuela en soledad por el cálido aire norteño. Nunca se la ve en pareja o con más aves, su destino es volar sin compañía. El canto triste del Almita remeda las plegarias y oraciones susurradas en voz baja. La llaman también Monjita por su andar solitario y su tímido piar.

Según la región Argentina en la que se encuentra, recibe distintos nombres, ya que, si bien su hábitat natural es el Norte, también la encontramos en las regiones Cuyana y Central del país como: Viudita, Nievecita de los Andes o Boyerito Blanco.
Dice Joaquín V. González en Mis Montañas que la gente de los cerros es poética y sensible, por eso ha indagado en la historia de este pajarillo melancólico. Ella fue una joven enamorada de un imposible, de un hombre celestial.

Mucho tiempo vivieron juntos, con un amor puro y místico, entre canciones apasionadas y paseos junto a los arroyos, bajo la protectora sombrea de los aromos.
Una tarde de primavera él comenzó a ponerse triste y pensativo, abandonando los momentos de sublime amor con la joven. Mientras contemplaban desde un cerro el sol que se escondía entre las nubes, oyó el joven una extraña música penetrante que parecía provenir de un templo aéreo; sintió un fluido mágico corriendo por su sangre, se vistió de plumas y fue pájaro...emprendió vuelo, guiado por la música.
  Cuando la mujer despertó del sueño que le había impedido ver la transformación de su amado, y finalmente se encontró sola, rompió en un llanto desesperado. Corrió a buscarlo en el fondo de los precipicios y dentro de los arroyuelos; trepo hasta el monte más alto para descubrirlo en los horizontes más remotos, pero no lo hallaba. Sus gritos desesperados y sus llantos rompían el silencio del paisaje, no cesaba en el intento y seguía invocando al amor perdido.
  Paso la noche recorriendo las cumbres e implorando a los dioses por la aparición del joven. Extenuada, cayó bajo la protección de un lapacho, que le había ofrecido un manto natural de flores rosadas. De allí, al día siguiente se levanto una avecilla blanca que en sus alas llevaba una cina negra, como símbolo de su eterna despedida. Desde entonces vaga por los pueblos, asentándose sobre los imponentes cardones para escudriñar el fondo de los valles y quebradas, esperando descubrir todavía, en algún cerro, a su amado fugitivo.

Yerba mate


 
Un día, la diosa Así, la Luna, y su amiga Aria, la Nube rosada del crepúsculo, quisieron bajar a la tierra. Tomaron sus formas corpóreas y descendieron en una zona de tierras rojas y bosques cuyos habitantes adoraban a Tupá, padre de Así.
Mientras paseaban se les apareció un jaguar dispuesto a atacarlas. Ellas quedaron inmóviles.
En ese momento se presentó un viejo indio que se enfrentó al peligroso animal y lo mató.
El hombre invitó a las jóvenes a su cabaña donde, a pesar de la pobreza, su mujer preparó para las jóvenes, panes con los últimos granos de maíz que le quedaban. Las diosas quedaron maravilladas por la hermosura e inocencia de la joven hija del matrimonio, sobre todo Así, quien sintió fuerte curiosidad por saber por qué los ancianos la escondían en el bosque.
Durante su juventud, el viejo vivía junto a los de su tribu. Allí conoció a su mujer con quien tuvo esa niña tan hermosa. La alegría se fue convirtiendo en preocupación a medida que la joven crecía porque además de hermosa era extremadamente inocente. Para protegerla había decidido alejarse de los peligros de la tribu.
- Abandoné todo –dijo el viejo– para vivir en el bosque, en la pobreza pero con la seguridad de cuidar las virtudes de mi hija.
Cuando volvieron al cielo, las diosas quisieron premiar la generosidad de esa familia que les había ofrecido sus últimos gramos de maíz. Una noche causaron a los tres seres de la cabaña un sueño profundo, y, mientras dormían, sembraron semillas celestes junto a la choza y dejaron una lluvia suave sobre esa porción de tierra. A la mañana, habían brotado unos árboles pequeños y desconocidos con flores blancas entre las hojas verde oscuro.
Cuando el viejo indio se despertó y salió para ir al bosque, quedó maravillado y llamó a su familia para ver el milagro. De pronto en el cielo se dibujó el rostro de la
joven diosa que habían conocido en la tierra con forma humana.
- Yo soy Así, – les dijo– la diosa que habita en la Luna, y vengo a premiarlos por su bondad. Esta nueva planta que ven, es la yerba mate, y desde ahora será para ustedes y para todos los hombres de esta región el símbolo de la amistad y el alimento caliente que beberán. Su hija será la dueña de la yerba mate y vivirá eternamente.
Pasaron los años y el viejo matrimonio murió. También la hija desapareció de la tierra pero de vez en cuando se ve por los yerbatales misioneros la imagen de a una joven muy hermosa con ojos llenos de inocencia.

EL FAMILIAR

 
Según se dice, el Familiar es el demonio mismo, y por lo general se lo ha visto o se tiene conocimiento cabal de él en zonas de grandes establecimientos fabriles o ingenios.
Es comentado que los dueños de estas fábricas, realizan un contrato con el Diablo por el cual éste puede comerse unos cuantos peones para que la industria tenga un año próspero.
Mucha gente asegura que el familiar, la mayoría de las veces con forma de gigantesco perro negro sin cabeza y que arrastra una pesada cadena, se pasea por las noches en medio de los cañaverales a la espera del que será su próxima víctima.
En otras provincias se dice que el Familiar tiene también forma de víbora negra y con pelos o tal vez de persona.
Como a la mayoría de estos seres, la forma de contrarrestar su ataque es con un rosario, una cruz, mucha valentía o Fe.



SALAMANCA


Es una fiesta organizada en honor al macho cabrío en algún socavón de roca alejado del poblado. En ella se sirven exquisitos manjares y bebidas y se baila y canta hasta la primera luz del amanecer.
En la Salamanca se encuentran brujas, almas condenadas, y demonios de los infiernos.
En Tucumán se han encontrado Salamancas en las localidades de Las Cejas, Monteros, Tafí (Salamanca del Siambón) y en otros lugares no tan conocidos (Valles Calchaquíes). Se dice que a la Salamanca pueden ingresar todos aquellos que deseen hacer un pacto con el Diablo o adorarlo. Al ingresar al socavón se debe besar los cuartos traseros de un carnero y luego entregarse a la orgía.
En las noches suele oírse el estruendo de la música y carcajadas de los condenados. Si alguien pasa cerca de la Salamanca y no desea ser tentado a ingresar, debe llevar un Rosario en la mano o bien ser un hombre de mucha Fe. La gente que participa de la Salamanca puede estar varios días sin dormir y no se les nota el cansancio, además son "agraciados" con algunas virtudes como la ejecución de instrumentos, la capacidad de canto, la oratoria, etc. signos estos característicos de haber firmado un contrato con el Diablo.





LA LUZ MALA

 

Nuestro interior provinciano es muy lindo en paisajes y bellezas naturales, pero más bondadosa ha sido la naturaleza con el hombre que habita en esas "soledades"; en esa eterna quietud y paz. Soledad que se convierte en compañía para el espíritu, que le infunde melancolía y le fortifica el alma. Pero no siempre hay tranquilidad en esos parajes; las corridas, los velorios, las fiestas religiosas y las supersticiones mantienen inquieto al hombre de cerro y de campo y le tornan divertida su monótona vida.
La riqueza cultural de nuestra gente es inimaginable; resultado de la fusión de las antiguas culturas aborígenes, del cristianismo, de las soledades y desventuras que en el marco geográfico se desarrollaron a través de años y años. Un tesoro que el hombre de la ciudad por su vida agitada y sofocante muchas veces no conoce, y que forma parte de nuestra tradición.
Entre las supersticiones y leyendas de la gente del campo o de los cerros está la de la "luz mala" o "Farol de Mandinga", mito con trascendencia religiosa que se extiende por casi todo el Noroeste Argentino.
En algunas épocas del año (generalmente las más secas) se suelen ver de entre las pedregosas y áridas quebradas de los cerros del oeste tucumano (Mala Mala, Nuñorco, Muñoz, Negrito, Quilmes, etc), a la oración - de tarde -, o cuando los últimos rayos del sol iluminan las cumbres de los cerros y el intenso frío de la noche va instalándose en los lugares sombreados, una luz especial, un fuego fatuo; producto de gases exhalados por cosas que se hallan enterradas conjugados con los factores climáticos; a ella - con terror y morbosidad - los lugareños denominan "luz mala" o el "farol del diablo".
El día de San Bartolomé (24 de agosto) es el más propicio para verlos, ya que es cuando parece estar más brillante el haz de luz que se levanta del suelo y que, por creencia general, se debe a la influencia maligna, ya que popularmente estiman que es el único día en que Lucifer se ve libre de los detectives celestiales y puede hacer impunemente de las suyas (Ambrosetti, "Supersticiones y leyendas").
La luz es temida también por que imaginan ver en ella el alma de algún difunto que no ha purgado sus penas y que, por ello, sigue de esa forma en la tierra.
Generalmente nadie cava donde sale la luz por el miedo que ésta superstición les ha producido, los pocos que se han aventurado a ver que hay abajo de la luz siempre han encontrado objetos metálicos o alfarería indígena - muchas veces urnas funerarias con restos humanos, lo que aumentó el terror- que al ser destapada despide un gas a veces mortal para el hombre, por lo que los lugareños aconsejan tomar mucho aire antes de abrir o sino hacerlo con un pullo - manta gruesa de lana - o con un poncho, de suerte que el tufo no llegue a ser respirado.
Debido a la continua migración a las ciudades y centros poblados, y por constante progreso estas leyendas van quedando reservadas solo para los mayores; la juventud se preocupa por otras cosas que estima más importante.-

El Lobisón


Si una familia tiene siete hijos varones, la maldición cae sobre el séptimo. Se dice que es un hombre alto, delgado y con mucho pelo. Antes de convertirse anda muy nervioso y se enoja fácilmente, puede transformarse en los cementerios o cercanías y sobre todo cuando el acólito florece y la luna está llena. Se alimenta con carroña y cuando anda por el monte puede morder a los desprevenidos.
Cuando muerde o salpica con sangre o saliva a sus víctimas, éstas pueden transformarse.
Para protegerse del lobisón hace falta:
- una bala bendecida en 3 iglesias (7 según otros). No se debe apuntar al bulto sino a la sombra.
- un cuchillo bendecido que tenga forma de cruz.v - una linterna con pila bendecida (de lo contrario no alumbrará).
- una alpargata (cuando se le pega al lobisón con una alpargata, se vuelve persona).
Se lo puede atar; pero tiene que ser con lana abierta de tejer. Así se queda quietecito cuando lo enlazan. Si es perro lobisón hay que sujetarlo del cuello; si es perra lobisona, de la mitad de la espalda.
Hay que herirlo sin que se dé cuenta, de lo contrario atacará y matará
.

EL CRESPÍN

Esta leyenda revela un drama conyugal, que habría sido originado por la conducta de una mujer amante del libertinaje, que abandonó a Crespín, el marido, para entregarse a toda clase de diversiones. Un día, aprovechando que Crespín se encontraba trabajando en sus sembradíos, se alejó de la vivienda dejándole un mensaje por intermedio de un vecino, en el que le hacía saber que había resuelto abandonarlo definitivamente, para divertirse libremente en los bailes del lugar. Enterado el marido de tal determinación, resignóse a vivir solo. Un día este enfermó... enterada de lo ocurrido acudió a verlo, mas que nada acosada por un cargo de conciencia. Tomando la misión de ir en busca de la curandera, en el trayecto ésta se encontró con una fiesta de la que no vaciló en compartir, haciendo caso omiso de la misión que traía. En lo mejor de la fiesta, fue avisada por un vecino que había fallecido Crespín. Sin darle mayor importancia respondió: "Hay tiempo para llorar" y siguió bailando.

Pasaron los años, carente de los atractivos de su juventud y arrepentida de su pasado, retornó en busca del marido para pedirle perdón, en la alucinante creencia de encontrarlo vivo. Al comprobar que el rancho estaba deshabitado, se marchó hacia los sembradíos mientras lo llamaba continuamente: "Crespín... Crespín...".

Habría ingresado a los montes convertida en pájaro para purgar sus faltas dejando escapar, año tras año, su grito estival.
 

EL KAKUY

Cuenta la historia que dos hermanos vivían en el monte. La hermana era mala y el hermano era bueno. El le traía frutos silvestres y regalos, pero ella le correspondía con desaires y maldades. Un día él regresó de la selva cansado y hambriento, y pidió a su hermana que le alcanzara un poco de hidromiel. La mala hermana trajo el fresco líquido, pero antes de dárselo lo derramó en su presencia. Lo mismo hizo al siguiente día con la comida. El hermano decidió castigar su maldad. La invitó una tarde a recoger miel de un árbol que estaba en la selva. Fueron allí y el hermano logró que ella trepara a lo más alto de la copa de un quebracho enorme (para algunos era un mistol, para otros un algarrobo). El, que subió por detrás, descendió desgajando el árbol de modo tal que su hermana no pudiera bajar. El muchacho se alejó. Allí quedó la joven, en lo alto, llena de miedo. Cuando llegó la noche, su miedo se convirtió en terror. A medida que pasaban las horas, comenzó a ver, horrorizada, que sus pies se transformaban en garras, sus manos en alas y su cuerpo todo se cubría de plumas. Desde entonces, un pájaro de vuelo aplumado, que sólo sale de noche, estraga el silencio con su grito desgarrador -¡"Turay", "Turay" !- : ¡"Hermano", "Hermano" !.